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martes, 24 de marzo de 2009

Principios de economía clásica y teorías emergentes para un rediseño del mundo


(Mundo Microfinanzas) Durante la reunión del G20 en Londres, el próximo 2 de abril, los jefes de estado de las grandes potencias económicas desarrolladas y emergentes del planeta intentarán ensayar una reforma del sistema financiero y relanzar la economía.

David Ricardo
Su agenda no debería reexaminar un modelo económico ya sin aliento. La salida de la crisis sugiere reintegrar en el circuito a los desplazados de la economía, orientar los financiamientos hacia la satisfacción de sus necesidades e inspirarse en las experiencias que emergieron en los últimos años: las microfinanzas, la empresa social, el comercio equitativo, el desarrollo durable y la responsabilidad social de las empresas.

Así lo propone el analista Adrien de Triconot, en el artículo publicado hoy por la edición impresa de Le Monde, titulado Les exclus du système, un potentiel de croissance negligé (“Los excluidos del sistema, un potencial de crecimiento desatendido”).

La nota sigue con una serie de aportes teóricos y consideraciones de personalidades vinculadas a la economía global en torno a la necesidad de reorientar drásticamente el sistema.

Comienza por citar al presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, quien en una comunicación del 12 de febrero sostuvo que la crisis actual “amenaza convertirse en una crisis humanitaria en numerosos países en desarrollo” si no se hace nada por ayudar a proteger a los más vulnerables. Más de 200 millones de personas, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), podrían caer en la pobreza.

Según la teoría de los rendimientos decrecientes del economista inglés David Ricardo, el ahorro orientado hacia un mismo sector (léase en este caso, el sector inmobiliario norteamericano) acaba por tener una rentabilidad declinante.

Pues las burbujas financieras, nacidas de la sobreacumulación de capital, terminan por implosionar y destruyen masivamente la riqueza, afirma el artículo del diario parisino.

Para el catedrático Benoît Cougnaud es necesario cambiar las normas de prudencia bancaria y fiscalizar penalizando los rendimientos excesivos producidos por las burbujas, a fin de reorientar los financiamientos hacia la economía real.

La teoría de la “base de la pirámide”, elaborada a comienzos de 2000 por el economista indio Coimbatore Krishnarao Prahalad, profesor de la Universidad de Michigan, resalta la oportunidad económica que significa satisfacer la demanda de cuatro mil millones de personas viviendo con menos de 1,5 dólar por día.

Para el investigador, el desafío está en “vencer la pobreza mediante el beneficio”. “La primera versión de la base de la pirámide puede ser traducida por: nosotros, grandes empresas, sabemos cuáles son sus necesidades, y nosotros vamos a satisfacerlas”, explican Bénédicte Faivre-Tavignot y Frédéric Dalsace, responsable y titular de la cátedra Negocio Social – Empresa y Pobreza de la Grande Ecole de París (HEC).

Pero el coautor de la “base de la pirámide”, Stuart Hart, la ha perfeccionado, según explica, “en un sentido más participativo, creando el ‘protocolo base de la pirámide’, un enfoque orientado a la escucha de la gente y de las comunidades locales, más inductiva, a los fines de comprender cuáles son las necesidades de la población”.

Por una rentabilidad social

Para Laurent de Cherisey, ex empresario, autor del libro Recherche volontaire pour changer le monde (Presses de la Renaissance, 2008), “el crecimiento económico, para no ser frágil e incluso artificial, debe proceder del crecimiento del ser humano”. Y propone un enfoque en el cual “la empresa no debe preguntarse a qué precio puede vender su producto, sino a qué precio los más desfavorecidos pueden comprarlo”, y poner en marcha financiamientos apropiados, como los microcréditos, citando una experiencia de electrificación rural mediante paneles solares en Brasil.

Nuevas herramientas, como las microfinanzas, han efectivamente emergido: ella alcanza hoy a 150 millones de clientes en el mundo. La empresa social que Muhammad Yunus promueve está basada sobre el principio: “ni pérdidas, ni dividendos”, pero sí un resultado social para la colectividad.

Cerca de 200 grandes grupos privados del mundo están también implicados en el negocio social. “El sector lucrativo puede inspirarse en innovaciones sociales y societarias y adoptar mejores prácticas”, subraya Thierry Sibieude, titular de la cátedra de Entrepreneuriat Social de la Escuela Superior de Ciencias Económicas y Comerciales, en Valle del Oise (región parisina): considerando al individuo, tomando en cuenta las partes pregnantes de la empresa, su anclaje local y territorial, cuestionando ciertas diferencias de remuneraciones que no dicen nada.

Maria Nowak, presidenta fundadora de la Asociación por el Derecho a la Iniciativa Económica (Adie), destaca el aporte que significó el estatus simplificado de auto-emprendedor para el desarrollo de microempresas logrado en Francia: “La capacidad de emprendimiento popular es un filón de empleo fabuloso ya que reposa sobre la creatividad de todos los actores económicos. Se basta con el acceso al crédito y un acompañamiento apropiado, porque los emprendedores crean su propia empresa. Si el trabajo independiente no es la única solución, se estima que al menos podría reabsorber al 10 por ciento de los desempleados”.

Las nuevas pistas de crecimiento durable comienzan a abrir una vía alternativa y a difundir sus buenas prácticas. Al desarrollarse, cierra el artículo de Le Monde, ellas deberían evitar no obstante convertirse en simples herramientas de comunicación de las empresas, de ser recuperadas solamente en apariencia o incluso hasta de ser desnaturalizadas (détournées).

Yunus, con frecuencia, se ha puesto en guardia contra la comercialización del microcrédito por parte de organismos poco preocupados de su misión social. Estas nuevas herramientas deberían también ser completadas. Junto a las microfinanzas, las mesofinanzas comienza a desarrollarse para ayudar a crecer a las microempresas, con financiamientos suplementarios.

El peso en la economía mundial que pueden tener estas medidas no debería ser soslayado en la próxima cita de líderes en Londres.

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